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miércoles, 7 de julio de 2010

MEMORIAS DE UN AZULINO


¡ Qué tiempos aquellos ¡ Antoñito iba todos los dominguitos por la mañana a ver fútbol. Hoy toca el Pastora en el Madariaga, el próximo el Bazán. Y por la tarde, como siempre, con mi papá a ver al CD San Fernando. Eso no me lo quita nadie.
Muchas veces me pregunto yo: ¿qué hubiera pasado si mi padre no me  hubiera llevado aquella tarde de domingo a ver el CD San Fernando – Recreativo de Huelva? Desde ese mismo día, Antoñito va con su papá todos los domingos y fiestas de guardar. Y ¡ qué no se le ocurra irse sin mí ¡
Bueno, a lo que iba, yo me levantaba sobre las diez y media y tiraba para el Marqués de Varela andando desde San Bruno. Allí me ponía en la puerta de entrada a esperar que el encargado de la puerta nos fuera dejando entrar poco a poco. “¿Cuándo me toca a mí?” preguntábamos todos. Ahora bien, tenemos otro plan:  esperar que el balón saliera fuera por la parte de tribuna. Nos peleábamos por cogerlo, pues eso suponía una entrada gratuita para entrar.
Una vez dentro, con un paquete de pipas a disfrutar del partido. No había para mucho más. Ya me había comprado el Marca, el Teleprograma y si había sido mi santo o cumpleaños, el Don Balón.
 ¿Disfrutar? Pues sí. El Pastora y el Bazán  jugaba en Regional Preferente o Primera Regional contra equipos que en la actualidad juegan en Tercera División. Así el Chiclana, Arcos, Los Barrios iban pasando por el viejo Madariaga o Sacramento.
Era un Pastora con los Lete, Colón, Alba, Capote, Polete, Juani Díaz y un largo etcétera. Recuerdo personalmente el equipo de López Pinto, barriada malagueña,  célebre porque la liaba por dondequiera que pasase.
La siguiente semana tocaba Sacramento. Pues, ya más cerquita de casa, tiraba para “el campo de la Bazán”. De nuevo, paquete de pipas en mano, a disfrutar de los Luichi, Limón, Conejero, Manito, Conde, Manolito, etc. Los jugadores del Pastora y del Bazán iban pasando de un año a otro del Bazán al Pastora y viceversa.
Allí en Sacramento, de nuevo en la puerta de entrada, esperando mi turno de entrada, dependiendo de cómo se había levantado el guardián del campo, el “Can Cerbero del Infierno”. Recuerdo la entrañable figura del señor de la puerta. No recuerdo bien su nombre: ¿Manolo?
Eran todos partidos muy tensos, mucho enfrentamiento, mucho contacto, muy físicos. Había peleas continuamente. Acababan muchos partidos como el Rosario de la Aurora, a piñazos limpios tras pitar el árbitro, e incluso antes. Yo lo pasaba mal, me ponía nervioso.
Esos domingos por la mañana siempre nos encontrábamos las mismas criaturas. No había dinero para comprar la entrada, pero sí mucha ilusión de degustar fútbol. Recuerdo que incluso iba yo ya  haciendo mis primeros pinitos imitando a José María García, por ejemplo estadísticas con los autores de los goles y los resultados. ¡ Qué pena que acabara buena parte en un cubo de la basura!
Nos quedábamos a veces incluso a la salida de los jugadores. Nos conformábamos con una palmadita, con un  choque de manos, con un gesto cariñoso. Eran futbolistas de verdad para nosotros.
Después de estos partidos mañaneros, teníamos dos opciones:
Opción A: Te quedabas en casa escuchando los partidos del Carrusel Deportivo. Teníamos que esperar las ocho de la tarde para conocer el resultado del CD San Fernando. Radio pegada al oído, mandando callar a mi madre y hermanos para escuchar el resultado. Allí no se podía ni toser.
Opción B: Ver al CD San Fernando. Salir por la calle Real, calle Rosario, González Hontoria, Constructora Naval, Colón y al templo del fútbol. Allí la recogida en Preferencia, a gozar del equipo de La Isla, del equipo de todos. Teníamos que ir con tiempo, porque casi siempre se llenaba el campo.
Yo solía ir acompañado de mi padre y mi hermano . Nos sentábamos normalmente en la Preferencia en la primera parte y muchas veces nos cambiábamos al fondo del marcador, porque la cercanía de público y portero metía mucha presión al rival y aparte te reías con las bromas de los aficionados.
Aún tengo grabado en mi mente el marcador simultáneo que se colocaba a la entrada, entre uno de los fondos y tribuna. Consistía en que cada partido de Primera División se identificaba con una marca comercial. El encargado iba reflejando los goles que se iban metiendo.  Así por ejemplo: FINISTERRE 1-0.
Era una época de menos transistores, pero más ruidosa. Los aficionados ponían el Carrusel Deportivo a toda voz. Incluso los propios jugadores podían seguir los partidos. Bueno es broma, pero casi. En la actualidad te pones tus auriculares.
A la vuelta del partido casi todos los aficionados nos acercábamos a un bar que hacía esquina González Hontoria – Antonio López a mirar los resultados de fútbol. Ponían todos los resultados y la quiniela en unos paneles. Estaba estupendo. Todo olía a azulino. Allí se congregaban muchos aficionados a comentar y compartir los resultados de los partidos. Mi padre se pedía un café, yo me tomaba una Mirinda.
Una vez en casa, nos dedicábamos a apuntar las alineaciones, resultados y goleadores. Ahora todo ha cambiado. Bueno, no tanto, sigo haciéndolo, para todos en la web.
La historia se repite. La historia es cíclica.

3 comentarios :

  1. que bueno,yo tambien lo he vivido igual,que tiempos,pero bueno por lo menos este año lo hemos vivio bien por el florecer otra vez de la a ficion,saludos

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  2. Un cariñoso saludo para tí. Son nuestras vivencias como niños azulinos.

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  3. Un cariñoso saludo para tí. Son nuestras vivencias como niños azulinos.

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