Para muchos es desconocida la firme amistad del azulino Tati Maldonado y del
internacional portuense Joaquín Sánchez, hoy día de nuevo en el Betis. El de la Isla y el del Puerto Santa María se
conocieron en los mil y un viajes de ambos en tren a Sevilla para ejercitarse
en la ciudad deportiva del Real Betis.
Copiamos íntegramente el texto que publicó el periódico Las
Provincias en 2009. En ella se habla de cómo surgió la amistad entre ambos y
algunas anécdotas que vale la pena recordar.
"En el
viaje de ida, rumbo a Sevilla, a probar fortuna en el Betis, y en el de vuelta.
Entre el traqueteo del tren y el silbido metálico de las vías. "Fuimos a
hacer una prueba juntos, con 14 o 15 años, muy chiquititos, y nos conocimos
allí. Él era de San Fernando y yo del Puerto y no nos quedaba otra que ir en
tren a los entrenamientos. Pasábamos muchas horas juntos en el viaje",
recuerda el exquisito 17 del equipo de Emery, que ahora recorre la banda,
pegado a la cal, igual que siempre, pero en tierras mediterráneas.
El viaje de aquella primera semana de pruebas se alargó más de la cuenta. Sólo hubo tiempo para tranquilizar a la familia y para poner a secar las botas. Las cosas iban bien. De Sevilla cogieron las maletas, que aún no habían deshecho, y se desplazaron hasta Barcelona, la Ciudad Condal. "Nos mandaron a un torneo que jugaban los juveniles del Betis y me acuerdo que nos salió muy bien a los dos y al final nos quedamos. Joaquín jugaba de mediapunta o mediocentro y yo de delantero", explica Maldonado, antes de matizar que "a partir de ahí estuvimos casi diez años juntos, viviendo en pisos compartidos".
Aquella época, con la ilusión propia de dos niños que abandonaban los campos de arena y lucían orgullosos la indumentaria de un equipo de élite, en su caso el Betis, fue muy prolífica para ambos, sobre todo desde que el Joaqui, como así se refiere Maldonado al hablar del jugador Valencia, vio desviada su posición hasta la banda. Alguien debió de comprender que esas largas piernas podían ofrecer un mejor servicio desde uno de los dos costados del campo, mientras que Maldonado, que compartía delantera con el menudo y revoltoso Dani, mantenía su demarcación y ponía la guinda a muchas de las coladas del extremo del Puerto de Santa María: "Nos entendíamos muy bien. El pasó a la banda y se hinchó a dar balones de gol. En aquella época, ganamos una copa del Rey de juveniles y llegamos hasta la final de una Supercopa de España".
Ahora, el destino y las circunstancias les han colocado en distintos puntos de la geografía española. En Gijón y en Valencia. Ya no comparten asiento en el tren, ni confidencias durante el viaje. Pero mañana se reencontrarán en el césped de El Molinón, en el transcurso de un partido de alta tensión entre dos clubes que están obligados a ganar. Ante eso, Joaquín reconoce que "somos uña y carne y será muy bonito volver a vernos porque el Tati tiene un corazón muy grande y le aprecio mucho. Ya nos encontramos cuando él estaba en el Betis, después de hacer un temporadón en el Lorca, y yo me había ido a Valencia".
Para Maldonado, el reencuentro será por partida doble. En el banquillo rival se acomodará Unai Emery, el técnico que le dio su confianza al de San Fernando, durante su estancia en Lorca, para que terminara de sacar a relucir sus eléctricas cualidades, las mismas de las que quedaron prendados Preciado y Emilio de Dios. "Tati es el típico futbolista andaluz con mucha clase. Tiene mucho arte, como decimos aquí, y necesita estar motivado y contento para que las cosas le vayan bien. Cuando tiene eso es imparable porque tiene una velocidad extraordinaria y mucho gol", asegura Joaquín, que conoce mejor que nadie al delantero del Sporting.
Su paisano gaditano tampoco se queda corto. "Joaquín es un crack, pero no lo voy a descubrir yo porque es un futbolista que ya ha jugado mundiales y torneos internacionales", comenta Maldonado, antes de destacar sobre la gracia natural y encandiladora del valencianista que "como persona es un fenómeno. Siempre se ha mostrado como es, un tío muy cachondo, de bromas constantes, incluso con los medios de comunicación".
Desde que llegaran a Sevilla procedentes de equipos más modestos, la experiencia de ambos en el Betis está aderezada de anécdotas. De todo tipo. Desde el primer paseo que le dio Joaquín a Maldonado en el coche de su padre, tras sacar el permiso de conducir, el cual, tras varios virajes, terminó en medio de un parque. Hasta otras situaciones más cotidianas: "Íbamos a entrenar y cuando pasábamos por delante del campo del Betis, éste (Joaquín) siempre decía: 'Ahí voy a jugar algún día y a hacer grandes partidos'. Claro, yo pensaba que éramos unos críos y que en aquel Betis estaba Finidi, Jarni y toda aquella gente y le decía: 'Estás loco pisha'."
El viaje de aquella primera semana de pruebas se alargó más de la cuenta. Sólo hubo tiempo para tranquilizar a la familia y para poner a secar las botas. Las cosas iban bien. De Sevilla cogieron las maletas, que aún no habían deshecho, y se desplazaron hasta Barcelona, la Ciudad Condal. "Nos mandaron a un torneo que jugaban los juveniles del Betis y me acuerdo que nos salió muy bien a los dos y al final nos quedamos. Joaquín jugaba de mediapunta o mediocentro y yo de delantero", explica Maldonado, antes de matizar que "a partir de ahí estuvimos casi diez años juntos, viviendo en pisos compartidos".
Aquella época, con la ilusión propia de dos niños que abandonaban los campos de arena y lucían orgullosos la indumentaria de un equipo de élite, en su caso el Betis, fue muy prolífica para ambos, sobre todo desde que el Joaqui, como así se refiere Maldonado al hablar del jugador Valencia, vio desviada su posición hasta la banda. Alguien debió de comprender que esas largas piernas podían ofrecer un mejor servicio desde uno de los dos costados del campo, mientras que Maldonado, que compartía delantera con el menudo y revoltoso Dani, mantenía su demarcación y ponía la guinda a muchas de las coladas del extremo del Puerto de Santa María: "Nos entendíamos muy bien. El pasó a la banda y se hinchó a dar balones de gol. En aquella época, ganamos una copa del Rey de juveniles y llegamos hasta la final de una Supercopa de España".
Ahora, el destino y las circunstancias les han colocado en distintos puntos de la geografía española. En Gijón y en Valencia. Ya no comparten asiento en el tren, ni confidencias durante el viaje. Pero mañana se reencontrarán en el césped de El Molinón, en el transcurso de un partido de alta tensión entre dos clubes que están obligados a ganar. Ante eso, Joaquín reconoce que "somos uña y carne y será muy bonito volver a vernos porque el Tati tiene un corazón muy grande y le aprecio mucho. Ya nos encontramos cuando él estaba en el Betis, después de hacer un temporadón en el Lorca, y yo me había ido a Valencia".
Para Maldonado, el reencuentro será por partida doble. En el banquillo rival se acomodará Unai Emery, el técnico que le dio su confianza al de San Fernando, durante su estancia en Lorca, para que terminara de sacar a relucir sus eléctricas cualidades, las mismas de las que quedaron prendados Preciado y Emilio de Dios. "Tati es el típico futbolista andaluz con mucha clase. Tiene mucho arte, como decimos aquí, y necesita estar motivado y contento para que las cosas le vayan bien. Cuando tiene eso es imparable porque tiene una velocidad extraordinaria y mucho gol", asegura Joaquín, que conoce mejor que nadie al delantero del Sporting.
Su paisano gaditano tampoco se queda corto. "Joaquín es un crack, pero no lo voy a descubrir yo porque es un futbolista que ya ha jugado mundiales y torneos internacionales", comenta Maldonado, antes de destacar sobre la gracia natural y encandiladora del valencianista que "como persona es un fenómeno. Siempre se ha mostrado como es, un tío muy cachondo, de bromas constantes, incluso con los medios de comunicación".
Desde que llegaran a Sevilla procedentes de equipos más modestos, la experiencia de ambos en el Betis está aderezada de anécdotas. De todo tipo. Desde el primer paseo que le dio Joaquín a Maldonado en el coche de su padre, tras sacar el permiso de conducir, el cual, tras varios virajes, terminó en medio de un parque. Hasta otras situaciones más cotidianas: "Íbamos a entrenar y cuando pasábamos por delante del campo del Betis, éste (Joaquín) siempre decía: 'Ahí voy a jugar algún día y a hacer grandes partidos'. Claro, yo pensaba que éramos unos críos y que en aquel Betis estaba Finidi, Jarni y toda aquella gente y le decía: 'Estás loco pisha'."
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