¿Cuántos de nosotros nos hemos acordado últimamente de aquel 12 de junio 1994? Tenemos grabado en nuestra retina aquella experiencia: sufrimiento, gol de Lolo, expulsión, Guadix, lágrimas, final. El campo desbordado de gente. La afición azulina inunda el césped. Todos en el cogote del juez de línea. Todos emocionados esperando el final del árbitro que nunca llegaba. Final.
Saltamos alborozados al césped, gritando, abrazándote a la gente, locos de alegria, estamos vivos. Un equipo que no parecía que llegara a nada, un equipo presidido por SuperPaco, con múltiples cambios en la plantilla inicial coneguía la proeza. Todos recordamos la inundación de publico, los coches pitando hasta enronquecer, todos en la Plaza del Rey, en sus escalinatas, esperando la llegada de los jugadores. Todos recordamos en el balcón a nuestros ídolos del momento: a Keko liándola arriba, al Bola, a Superlolo, a Pepe Mejías, a Rivas, a Nene Bueno, a Choya, a Joaquín Peñalver, a Rocky, a Javi Romero, .... ¡Qué alegría, Díos mío ¡
Mañana tenemos que rememorarlo. Los jugadores tienen que morir futbolísticamente en el campo. No hay tregua, no hay miedo. Tiene que haber ganas de vencer, ganas de hacer las cosas bien como hasta ahora. Después de esta travesía por el Océano, no podemos morir en la orilla. Tenemos que vencer.
Como dice Buda: "Ni siquiera un dios puede cambiar en derrota la victoria de quien se ha vencido a sí mismo". Eso es lo que han hecho los jugadores. Han pasado multitud de acontecimientos, como nosotros su público, y lo han superado con orgullo y honor.
Mañana sólo cabe cantar: VICTORIA,
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